Comunicado ZST

En respuesta al comunicado emitido por el Club Baloncesto Peñas Huesca en defensa de su entrenador Rafael Sanz Armada, desde nuestro punto de vista resulta necesario expresar un total desacuerdo con la forma en que se ha abordado el incidente y sus consecuencias. En primer lugar, el club minimiza una acción que, al margen de […]
En respuesta al comunicado emitido por el Club Baloncesto Peñas Huesca en defensa de su entrenador Rafael Sanz Armada, desde nuestro punto de vista resulta necesario expresar un total desacuerdo con la forma en que se ha abordado el incidente y sus consecuencias.
En primer lugar, el club minimiza una acción que, al margen de las explicaciones ofrecidas, resulta evidentemente inapropiada y que afecta a los valores del deporte. Si bien el entrenador puede tener un historial limpio en cuanto a sanciones, eso no exime ni justifica una conducta que, como se aprecia claramente en el vídeo, provoca un desequilibrio en un jugador rival. La interpretación de la intencionalidad no debe ser manipulada en favor del club, especialmente cuando las imágenes dan lugar a serias dudas.
En segundo lugar, argumentar que la acción no fue sancionada en el momento ni reflejada en el acta arbitral no invalida la posibilidad de evaluar un comportamiento antideportivo a posteriori, como ha ocurrido en este caso. El hecho de que el vídeo haya circulado en redes sociales no debe desviar la atención del punto central: el entrenador interactuó físicamente con un jugador en pleno partido, algo que no tiene cabida en una competición profesional. Es irrelevante si el club rival no presentó quejas formales en su momento; las imágenes son prueba suficiente para cuestionar lo ocurrido.
Finalmente, resulta preocupante que el club considere que las reacciones en redes y medios de comunicación constituyen un “linchamiento mediático”, cuando muchas de ellas simplemente expresan indignación ante un hecho visible y difícil de justificar. Defender la profesionalidad del entrenador no debe implicar desestimar la percepción generalizada de falta de deportividad que este incidente ha generado. La verdadera responsabilidad del club en este momento debería ser reconocer el impacto negativo de la acción, adoptar medidas correctivas y reforzar un compromiso con el juego limpio.
En resumen, minimizar el incidente y centrarse en defender la honorabilidad del entrenador sin asumir un análisis crítico solo contribuye a erosionar la confianza en los valores del deporte. Es fundamental priorizar la transparencia y reconocer que conductas como esta, intencionales o no, merecen un análisis más riguroso y una postura más autocrítica.